Milán, París, Londres, y Nueva York son las llamadas capitales de la moda, junto con Tokio o Sao Paulo. A través de sus barrios trendys e inspiracionales, han sabido atraer un flujo de turistas motivados por el fenómeno shopping.
La rapidez con la que ocurren los hechos, debido en gran parte a los avances tecnológicos, hacen tambalear la consistencia de los valores de la sociedad.
Como no podía ser de otra manera, el mundo de la moda y sus valores, también se ha visto afectado. De ahí la búsqueda de nuevos valores. La sociedad está cambiando a un ritmo frenético y veloz. Sus necesidades son diferentes y se orientan hacia la experimentalidad de las cosas, el sentimiento de pertenencia y el reconocimiento de uno mismo a través de los objetos que eligen. La moda es experimental, la moda es experiencia.
Muchos turistas, motivados por ello, encuentran en la moda un extraordinario gancho a la hora de elegir un destino.
Las ciudades compiten por llegar a ser la capital por excelencia de la moda. Como es el caso de Nueva York , cuyo alcalde, Michael Bloomberg, lanzó el llamado Project POP-UP NYC, un plan de desarrollo económico para asegurar que la ciudad de Nueva York conserve su posición y siga creciendo como la capital global de la industria y comercio de moda. Las ciudades luchan por hacerse un hueco entre los primeros puestos del circuito internacional de la Fashion week.
La semana de la moda de Nueva York genera un impacto económico de $865 millones por año.
Cientos de eventos crecen y orbitan alrededor de la misma invitando al público a formar parte del “espectáculo”. Un público que acude de diferentes países e incluso continentes, un público que genera negocio, no solo en el sector de la moda sino también en el sector turístico.
La hostelería, por ejemplo, es uno de los grandes beneficiados, no solo por la ocupación hotelera que genera el tráfico de turistas atraídos por la magia de la moda, también por los eventos, after parties, y desfiles de presentación de colecciones, cada vez más comunes y arraigados en las instalaciones de los hoteles. Y por supuesto no podemos dejar de mencionar los coqueteos de las grandes firmas de moda con el sector hotelero, como es el caso de Bulgari y Ritz Carlton.
Estamos en pleno auge del turismo experimental y el shopping experience es un factor que no debemos obviar, sino por el contrario potenciar.
España tiene una arraigada tradición en el sector de la moda. La creatividad, la frescura y la calidad de confección de nuestros diseñadores y artesanos son el sello de identidad de la moda española. Esto podría servirnos como atractivo turístico y alternativa al «sol y playa» tan característico y estacional de nuestro país. Sin embargo, España se está convirtiendo en lo que podríamos llamar el «outlet de la moda”. Son los grandes retailers de moda low cost los que apuestan por nuestro país y no el turista atraído por el diferencial en moda de nuestros diseñadores. ¿Dónde está el problema? No hemos hecho bien los deberes, ni hemos sido constantes en nuestro esfuerzo por comunicar los valores del “made in Spain”.
¿Cúal es la solución? Salgamos fuera de nuestras fronteras y mostremos nuestro expertise (know how) y nuestros valores, consiguiendo así atraer nuevos turistas que quieran conocer nuestra moda, generando con ello un valor añadido en nuestra economía y sociedad y aportando al sector turístico una solución a uno de los peores males del sector: la estacionalidad. Pero este es otro tema que pretendo comentar en otro post.
Yo apuesto por salir al exterior y mostrar nuestro talento, ¿y tú?, ¿te apuntas al reto?
Imágenes: Fashionista Trade Consulting
Más sobre Gloria Lopez
Consultora de comercio internacional especializada en moda, fundadora de Fashionista Trade Consulting y cofundadora de Beiñ "The touch of Spain".
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