Llevo ya unas semanas hojeando el anteproyecto de la Nueva Ley de Turismo que ha propuesto el Gobierno autonómico para Baleares. Y llevo también unos días leyendo artículos, noticias y posts relativos a este tema. Ya me siento preparada para manifestar mi opinión.

Ayer lo primero que leí fue una noticia en el Diario de Mallorca. En ella se hablaba de la presión turística que sufren nuestras zonas costeras, concretamente, 6.329 turistas por cada kilómetro de litoral. Aunque lo sospechaba, es  realmente una barbaridad. Y parece que necesitamos este tipo de cifras para empezarnos a alarmar.

Hoy, despierto con la noticia de que la ley ha sido aprobada por el Parlament balear, a pesar de la oposición de los grupos de izquierda y a pesar de las opiniones de los residentes. Una vez más, el Gobierno solo escucha a quién quiere escuchar.

Los habitantes de Baleares llevamos mucho tiempo sabiendo que vivimos en un territorio limitado territorialmente. También llevamos años viviendo una contradicción: trabajamos y vivimos de algo que rechazamos porque destruye lo que más queremos. Esta frase resume, en muchos casos, lo que es el turismo para muchos residentes. Es una pena pero es así y cuesta entenderlo. Y deberíamos ponerle solución.

En el último cuaderno que Fundació GADESO ha publicado, hay 2 gráficas que me llaman la atención. La primera hace referencia a las medidas que los residentes creen pertinentes para mejorar el producto turístico. Un 75% afirma que la forma de mejorar el producto turístico es protegiendo el territorio y preservando el patrimonio natural, cosa que esta ley no prevé. La segunda gráfica representa la opinión ciudadana sobre la nueva ley de turismo. Un 25% de los ciudadanos encuestados no conoce la ley y un 43% considera que ésta es negativa y que solo beneficia al hotelero. Quizás el Gobierno debiera empezar a escuchar a los ciudadanos, sus votantes.

El artículo redactado por Maria Lluïsa Dubon Petrus, geógrafa, política y menorquina, es uno de los que mejor resume la situación. Lo que más comparto con la opinión que se manifiesta en este artículo es que es una ley que carece de visión global del territotio y evita la planificación. Pretende mejorar la calidad del producto turístico solo embelleciendo, ampliando y construyendo establecimientos hoteleros. Es una ley que beneficia a unos pocos e injustamente, éstos, son los hoteleros.

Me parece vergonzoso que el primer artículo de esta ley afirme que una de sus finalidades es impulsar un turismo sostenible. A partir de los años 60, Baleares empezó a apostar por un turismo de masas, descontrolado y desequilibrado. Los residentes ya se resintieron y se siguen resintiendo de los errores cometidos con este tipo de modelo hasta el punto de rechazar al turista que, para mí, no es el culpable primario. El territorio se ha ido degradando y si no cambiamos el modelo que tenemos se terminará destruyendo. La nueva ley ya no solo ataca a la zona litoral, también invita a tercierizar el suelo rústico dando facilidades para ello.

Esta ley no ayudará a que el residente haga las paces con el turismo mientras conceda carta blanca a los hoteleros para construir, reconvertir o ampliar sus hoteles. Esta ley marca una continuidad al modelo que ya se impuso con el primer boom turístico que desencadenó la llamada Balearización. Somos los residentes los que sufrimos las consecuencias directas de la implantación de un modelo tan agresivo con el territorio. Dudo que repitiendo el mismo modelo, suframos consecuencias distintas.

Termino con las declaraciones que ha hecho el GOB en la nota de prensa que ha publicado tras la aprobación de la nueva ley, a la que han tildado de “ley a la carta”: “Esta ley pretende subordinar la planificación territorial a los intereses turísticos y propiciar la desregulación a fin de garantizar a los inversores la seguridad jurídica que necesitan para la realización de cualquier proyecto”.

Más sobre Caterina Jaume

Turismóloga y bloguera. De Mallorca. Dedicada a un turismo n-dimensional.