Cuando una persona inicia un viaje hacia un nuevo lugar va en búsqueda de nuevas experiencias. Experiencias donde intervienen todos los sentidos.  El tacto, la vista, el olfato y el gusto se reactivan en el momento que nos encontramos con algo nuevo, diferente a lo que estamos acostumbrados.

Un caso particular que puedo destacar es mi llegada a España, concretamente a la capital, allá por el año 1995.  Mis primeros recuerdos se basan en un nuevo lugar, nuevos olores, nuevas personas y sobre todo nuevos sabores.  Gracias a mis tíos que viven en Madrid que nos acogieron en su casa los primeros días, pude degustar los primeros sabores del nuevo país donde iba a vivir.

Un simple pollo asado, pero hecho con aceite de oliva ya era completamente diferente a lo que estaba acostumbrada. He de reconocer que al principio no me gustó, y que incluso hubo un rechazo por mi parte, pero con el paso del tiempo se convirtió en un alimento básico en mi nueva dieta.

Está claro que cuando vamos o llegamos a un lugar desconocido intentamos retener lo máximo e incluso nos llevamos recuerdos físicos como souvenirs, fotos… pero las sensaciones son únicas.

Los destinos deberían cuestionarse el sacar provecho e influir en estas sensaciones sobre todo la oferta complementaria, sacar partido de las posibles experiencias que podrán sentir los visitantes de dicho sitio. No es nada nuevo, se trata del Marketing Sensorial . 

Por ello me gustaría plantear una curiosidad: ¿qué recuerdos tenéis de los lugares que habéis visitado?, ¿cuál es el sentido que más “se os dispara” cuando os enfrentáis a nuevos lugares?  y ¿cuál es vuestro destino «especial», aquel que recordáis con más cariño?

 

Más sobre Ana Vargas

Equipamiento de serie: melómana, serieadicta, New York lover, Turismo y Marketing. De reciente incorporación: blogger.